EL ROSTRO DE VENEZUELA
(Publicado en el diario
La verdad, 3 /6/1998)
23 de enero de 1958, caída de la dictadura
Una de las grandes tragedias (que ya
son muchas) de Venezuela, es que la última dictadura acabó con gran parte de
nuestros mejores hombres, quedando sólo algunos marcados por la conciencia de
una voluntad a toda prueba en el merecimiento de prepararnos como nación
sólida, pero, igualmente, aparecieron los adoradores del poder y del beneficio
del poder, sin importarles jamás la nación.
Rafael Caldera |
Cuando Uslar Pietri y Rafael Caldera
expresan hasta la saciedad que el trabajo es la única salvación, no sólo se
refieren al esfuerzo físico y su retribución crematística, sino a la necesidad
de forjar la construcción permanente de un país independiente y sólido,
justamente, en la formación ética y científica de todos sus individuos.
Arturo Uslar Pietri |
Si dependiésemos nada más del mecánico
oficio de la faena o la mera disertación intelectual, estaríamos llamados al
fracaso, pero de lo que se trata, obviamente, es de un acto comunitario de
espíritu y de grandeza para definir la noción de pueblo.
En sentido estricto: en la grandeza de
la vida, con cierto orgullo por una manifiesta y prolongada visión actuante y
decisoria de lo permanente y justo del destino colectivo. Y, sin embargo, mi
país, pierde sus días en diatribas de la más rayana e infecunda palabrería política,
como si el alma de los venezolanos no estuviera ya entumecida de abalorios y
contingencias.
Así, nos preguntamos: ¿Por cuáles poros
respira la patria? ¿Por cuáles caminos desanda la historia de los que amanecen
a las puertas del campo, de las fábricas, de las escuelas? ¿Quién hablará por
esos niños y mujeres que descasta la vida y en continua marea aparecen en las
avenidas de nuestras lujosas ciudades para ser engullidos por una economía sin
piel humana?
Un mitin político |
Estoy seguro de que no serán los
ideólogos ni los avivadores de teorías los que tendrán la respuesta, porque la
cotidianidad no es una categoría macroeconómica. Acaso no presentimos cómo la
fuerza y la imaginación de muchos de nuestros escritores se han desleído en
edulcorada atención a las efímeras promesas de burócratas; los pintores que ya
no pintan porque están más pendientes del aplauso del público que de sus obras
o, en todo caso, excedidos por la urgencia del nuevo riquismo, se prestan para
la escenografía; y los poetas –oh, inefable vanidad- adocenados en la ilusa
glorificación oficial. La pequeña política lo ha pervertido todo, porque
encontró terreno propicio donde la astucia tiende a ser más raigal que la
inteligencia. ¿Cuántas máscaras le han colocado al rostro de Venezuela?
¿Conocerán alguna vez los jóvenes de este tiempo y del porvenir, la imagen real
de esta tierra que sufrieron noblemente los fundadores de la nación?
Necesitamos volver a nuestras huellas para que el futuro sea menos ingrato y
restituirnos del olvido para que la mirada inocente no nos convierta en
esclavos modernos.
(Publicado también como "La
mirada inocente" en el diario Panorama, de Maracaibo, 16/6/1993)
José Francisco Ortiz
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