BEETHOVEN
Llueve
y en los techos
hay
un porvenir viajero,
de
estremecidos suelos,
inabarcables,
lacerados,
porque
el llover
es
una fiesta de tambores
sobre
el frágil cielo
del
abandono. Llueve
y
sé que Beethoven
escucha
desde esta
butaca
de sombras
que
me guarda la tarde,
el
acorde de sus notas,
la
sinfonía
que
quiso componer,
tal
vez desde el silencio
que
sólo él conocía.
Santa Cruz de Mara, 25/5/2012
José Francisco Ortiz
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