UN DÍA CON MIS ALUMNOS.
Felix Vallotton
(1865-1925). Pintor suizo. Bibliophile
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En
las relaciones culturales, sociales, políticas, es decir, en el orbe pragmático
hay numerosas trampas, pasadizos, laberintos y (paisajes, por decir lo menos,
donde el ser humano puede encontrarse atrapado y si y solo si tiene conciencia
de su propia lengua puede salir airoso. He conocido muchos casos donde la
academia y un uso ceñido a la norma nada nos dicen de las palabras, tampoco son garantía de un pensamiento
inteligente y, además, no pueden atribuirse, en los casos felices de un orden
en las ideas, el triunfo sobre el ser.
He tratado con mucha gente analfabeta, incluso
estudiantes que no han tenido información lingüística, que a pesar de la
morosidad en el habla, hay destellos de la propiedad en el decir y son más
auténticos en las decisiones de sus formas de vida.
La norma puede ser un camino, pero en el fondo
descubrimos cómo en los textos literarios, ganadores de premios, hay una
absoluta ignorancia del palpitar de la gente.
He leído textos insobornables, asépticos y puros
que huelen a formol, son como esos espejos pulidos frente al sol, encandilan
sin llegar a alumbrar. Y lo comprendemos, son textos irreprochables. No hay una
coma, un punto, un enlace que no esté en su justo sitio. No hay párrafo que no
haya cumplido el orden de la sintaxis, no hay palabra que pueda huir de su
significado y, en el sentido pragmático, pudiéramos aceptar que entre signos y
usuarios hay una equivalencia perfecta. Son textos que nunca se han paseado por
las orillas de la existencia donde la contaminación de la lengua es necesaria,
donde quisiéramos ver cómo desciende la naturaleza a los pozos de la
ingenuidad, del hombre que, privado de la felicidad urbana, tiene como
recompensa los sonidos, los olores y colores sin afeites para contarse entre
los mortales.
28/5/12
José Francisco Ortiz Morillo
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