LA
TIERRA PROMETIDA.
I
Aún no hemos dejado el siglo XX. No estamos lo suficientemente alejados porque
los destellos de los fuegos artificiales cubren por instantes la desvelada
noche centurial, y la opacidad refractada, nos hacen ilusionar: la sangre regada
por la juventud en este redondo suelo para que jamás volvamos a ser
encadenados.
Agitado en su
espacio, el hombre sólo percibe las
mínimas vibraciones de la vecindad de sus pares, y confiado no teme porque ha
forjado con acero los muros de la ciudades, ya no hay secretos que su alma
viviente pueda ocultar porque su ingenuidad ha autorizado a la tecnología para
que anide en lo profundo de su morada y por un acto de birlibirloque piense en
el acto de comunicación como un privilegio de la civilización.
Cuánta ingenuidad y qué pérdida de la garantía del
grado humano porque esa efervescencia es apenas un síntoma de la gravedad de
los males del porvenir: la humanidad, no lo sabe, es aspirada hasta el vértigo
por el festín de sus propias indolencias, al parecer la conquista del vacío de
una sinfonía sin instrumentos ni ejecutantes: hay juegos donde muere gente de
verdad: guerrilla, narcotráfico, terrorismo como extensiones del alma
depredadora, y hay juegos cibernéticos, donde lo emulado, camuflado donde muere
gente virtual, justifican y hacen inocuo el sentido del crimen, porque anulados
los efectos, el cuerpo entra en la inercia de lo posible.
Hoy mismo no es suficiente como una señal esta
diatriba, de ruido infernal, de la política en el orbe tras un discurso
grandilocuente de superación de la pobreza, de la excelencia en el desarrollo
agrícola y pecuario, de los altos rendimientos de la operaciones bancarias, de
los grandes consorcios de la construcción de viviendas, de los avances de la
ciencia y de la tecnología en aras de un hombre cada vez mejor, mentiras,
mentiras hasta la médula porque en el mundo de la anomia, la mentira es una
moneda de cambio. Y esa moneda, una por una, son los arietes de la nueva
esclavitud.
Es posible que haya una salida: que el imaginario
sagrado vuelva a las fuentes para escuchar la gramática genésica, y cancelados
los despropósitos de las alteraciones de los escribas, el hombre pueda
reinventar la manera de vivir en el mundo, y con nuevos signos, los signos de
su carne y de los latidos del corazón haya un espacio futuro.
Santa
Cruz de Mara, 5/6/2012
José Francisco Ortiz Morillo
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