jueves, 11 de agosto de 2011

JOSÉ FRANCISCO ORTIZ MORILLO. LA LLAMA FUGITIVA



LA LLAMA FUGITIVA
Prólogo a un libro de Guillermo Ferrer
“LA LLAMA FUGITIVA"


 
Louis Anquetin, pintor francés (1861 – 1922) - Child's Profile and Study for a Still Life


 “La vida flotante, heterogénea,
termina por adaptarnos a lo humano”
Fernando Pessoa

La frase de Soren Kierkergaard: “Quien se pierde en su pasión, pierde menos que quien pierde su pasión”, cala sin artificios en el espíritu escrutador de Guillermo Ferrer. Pasión hacia los ámbitos del acto creador de la poesía, del ensayo y la novela. Es decir, todo el espacio de su existencia. Siempre hacia el centro de una memoria que suele mirarse en su propio origen, largo tiempo marcado por las iridiscencias de claridades territoriales y lacustres en busca de las palabras en densidad primigenia. Continuidad en el interrogar la esencia de lo humano; premisa circular  siempre expansiva, en el acontecer de las clásicas preguntas kantianas acerca del hombre.

“En el hielo de la soledad –nos lo reitera Martin Buber– es cuando el hombre, implacablemente, se siente como problema, se hace cuestión de sí mismo, y como la cuestión se dirige y hace entrar en juego a lo más recóndito de sí, el hombre llega a cobrar experiencia de sí mismo”. Y este hielo quemante libera al espíritu en llama fugitiva, como en verso feliz de nuestro gran Quevedo: “mas no, de esotra parte, en la ribera,/dejará la memoria, en donde ardía:/nadar sabe mi llama el agua fría,/y perder el respeto a ley severa”.

La llama fugitiva tiene, entonces, entre sus apariencias más nobles, la visión  una y múltiple, al mismo tiempo,  de revivir el contacto con la historia desde una perspectiva siempre abierta. Nunca cierra. Sólo  intuye, y, desde ese mirar de otredad, muestra el concierto de voces que el tiempo guarda en el inconsciente colectivo. La llama avanza como liberación y desde sus ardores ancestrales  nunca se deja aprisionar. Fugitiva siempre y nunca ella misma, ondea en los tremedales de la existencia humana.

La llama fugitiva es la objetividad de la mirada en el ensueño. Es la finitud que nos señala Bachelard, cuando trata de redimir el espíritu. Guillermo nombra y es nombrado al mismo tiempo por su objeto. Pero el objeto es caleidoscópico. Su brillo es lacerante y concertado en colectivo. Cómo no ser el que se es. El hombre y sus circunstancias (Ortega y Gasset): aquí el relator ensimismado del murmullo histórico, allá narrador de las contingencias humanas; a lo lejos, es un hombre que ausculta el corazón del olvido; cerca, es un cazador de palabras. Es lo que es.  Alerta a las solicitudes del espíritu poético avanza tras el hilo de Ariadna en cálida entrega de signos que recurren a la vastedad de lo memorioso, y, sin que él mismo pueda replegarse a la orilla de los días conviene como Benedetto Croce en que toda historia es contemporánea. Contemporaneidad que lleva, rara avis, la fisura de las ideologías y el nombre de quien las anuncia.

La llama fugitiva en su más grata realidad no se propone como un discurso teorético para lectura académica. No aspira a formular conceptos ni a concebir especulaciones acerca del ser de la historia. Incluso, no intenta los esquematismos de los manuales ad usum que privan del saber a la inteligencia.

La llama fugitiva contiene una voz que habla a la juventud desde una óptica cercana de procesos históricos relevantes de la humanidad, paralelamente a Ernst Gombrich, en su “Breve historia del mundo”. Es, según mi percepción, la imagen de un  científico y esteta  que, al discurrir su pensamiento, nos descubre el deleite de quien ha frecuentado todas las lecturas posibles  desde los clásicos hasta los contemporáneos. Acorde, en fin, con una pasión. Si ella fragua en su menester de escritor no es menos cierto que hace posible la ciencia y el arte como promesa del hombre.


José Francisco Ortiz
Santa Cruz de Mara, septiembre, 2000.


Nota. Este es el prólogo que escribí para La llama fugitiva del poeta y escritor Guillermo Ferrer, cardiólogo de dilatada trayectoria en nuestro medio, profesor emérito de LUZ, y Cronista de la Ciudad, para la época, con una obra que abarca los 60 títulos entre poesía, novela, cuento, biografía, crónica y crítica, además de varios títulos de Cardiología y numerosos trabajos científicos en revistas especializadas. En la actualidad reside en la Costa Oriental del Lago junto a su esposa, hijos y nietos.


lunes, 8 de agosto de 2011

JOSÉ FRANCISCO ORTIZ MORILLO. VENGO DE MI PUEBLO




VENGO DE MI PUEBLO


Francisco Bonnín Guerín, pintor canario (1874 – 1963) – Calle de los Realejos


Vengo de mi pueblo.
Por las calles la memoria
quebraba sus maderas,
crujían las palabras
y no las encontraba
porque otra gente
usaba dialectos invencibles,
y no pude revocar el olvido.

Mi pueblo es un duende,
entre las casas y la niebla
persiste, y en lo hondo
del río de mi sangre, escucho
la vastedad de la aldea.



José Francisco Ortiz Morillo
Santa Cruz de Mara, 8/8/2011.