Lo
huidizo imantado pudiera ser un acercamiento al proceso creador en la poesía.
Los términos se acercan y se oponen, alejándose. ¿Cómo es posible que sin
saberlo, el poeta escribe? ¿Quién lo lleva como un ciego y lo hace vidente?
¿Cuántos demonios pueden habitar en él y sólo uno saciarse de antropofagia con
los días inútiles del verbo? ¿Cuántas promesas de un paraíso sin redención
posible lo alejan del destino humano que escuchaba en las voces familiares de
la infancia, y cómo, si no fuera suficiente, el porvenir aparece como un
caserón infernal? Si todo esto ocurre en lo que Heidegger llama la “casa del
ser” (más bien, diría yo, la habitación de un hospital psiquiátrico, abandonado
en la periferia de alguna ciudad remota) por qué, entonces, exigirle al lector
que se sumerja en esa locura de comprender el poema.
Santa
Cruz de Mara, 3/9/2013
José Francisco Ortiz Morillo