TEXTUALIDAD DE LO ILUSORIO
(Pretexto para
una aproximación)
Edward Vásquez,
pintor dominicano (1979) - Tejedora de ilusiones
Con la
literatura, insistimos en la comprensión de las relaciones del individuo y la
sociedad. Relaciones no exentas de confrontación, asimilación y reintegración
de los conflictos en superación que, conquistados finalmente por la palabra,
adquieren un compromiso superior al enaltecer la cotidianidad transformándola
en un sistema de vivencias para la vida.
Una cabal
aproximación del acto creativo pasa por reconocer la insistencia del fervor
lúdico de la reacomodación de los objetos de la niñez en la estructuración de
la conciencia. Así se perfila, desde los primeros años de vida del individuo,
un entendimiento del mundo real en consonancia con los mundos posibles que van
formándose en el proceso de maduración.
A los largo de
la vida, constatamos cómo el valor del mito y su fuerza imaginaria no sólo para
la representación onírica sino para la comprensión de los actos lúdicos, y cómo
son proyectados en la madurez en la obra artística. Incluso reminiscencias del
folklore marcan los hitos de la identidad para que fluyan sin cesar, como una
red de miradas que convergen y divergen en el mundo originario que todos
llevamos dentro.
El imaginario
latinoamericano nos trae por fuerza la inclusión del concepto operatorio de
microuniverso para atender el espacio de las primeras experiencias del hombre,
es decir: su hábitat, la aldea, el pueblo, la ciudad y con ello alcanzar la
comprensión global del proceso creador.
Las tendencias
modernas del análisis del discurso abren para la semiología un espacio cada vez
más relevante. Nos hemos atrevido a usar el concepto de microuniverso y tratar
de recuperar desde los planos semánticos los integradores de esa realidad. En
este aspecto la ilusión, en su sentido de valor positivo, es el rasgo
distintivo de los discursos: alcanzar una estructura compleja como es el
pensamiento, gracias a un sistema no menos complejo como lo es el de
ilusionar.
La levedad es
un aligeramiento del peso (Calvino, 1988). Una metáfora, la humedad de las
palabras, es en sí misma una manera de alcanzar la levedad dándole peso con el
agua, incluso con el agua del río o de la lluvia porque el aire antes de la
borrasca, alígero dardo atravesando la noche para anunciar el amanecer, es
imagen atractiva. Cuánto de ello no hay en la poesía venezolana. El signo
rumoreante del olvido tiene por morada el mito, las leyendas y los cuentos, el
mundo onírico abrillantando sus espejos para engañar a la Medusa.
Un mito del
Alto Cuyuní nos propone una imagen de la levedad que, ciertamente, es fecunda
no porque los elementos que integran la historia y el vértigo de la lucha así
lo insinúen, sino por la circularidad del texto propiciada por la presencia
inesperada de un pájaro y su desenlace.
Escuchemos el
mito: “…en cierta ocasión, cuando menos lo esperaba, el extremeño Torre de
Aldana se tropezó con el decidido Tapiaracay. Ambos en ese instante de hallaban
sin acompañamiento alguno, y la selva “cuyunesa” era por demás tupida y opaca.
Sin perder un momento, la espada relució en la mano del conquistador. La macana
de Tapiaracay se alzó con violencia y coraje. La lucha se acrecentó de
esta forma sin vacilación alguna. Los dos hombres resultaban igualmente fuertes
y ágiles. Pero de pronto el español fue agredido inusitadamente por un ave de
grandes dimensiones que hizo firme presa en su cuello. Era
un paují de azuloso color y férrea contextura…” (Antonio Reyes,
1959).
Detengámonos
unos instantes en las expresiones: tupida/opaca, violencia /coraje,
fuertes/ágiles, azuloso/férrea, y espada/macana. Notaremos de inmediato que
tales expresiones designan planos de oposición pero solidarios en el conjunto
de la acción: conquistador /indígena, paují/ (azuloso/férrea). La levedad
surge de la opacidad de la selva/ azuloso color del paují. La opacidad es
grave, es densa; el azul es leve, luminoso. No nos interesa la lucha, el
encuentro de fuerzas, el peso girante en medio de la selva, aunque todo revele
una intención de levedad, sino porque el paují, armónico con la selva y
guardián del mito, ofrece una compensación de libertad.
José Francisco
Ortiz
Santa Cruz de
Mara, 16/4/2011