jueves, 3 de mayo de 2012

JOSÉ FRANCISCO ORTIZ. VENEZUELA Y SU DESTINO.



VENEZUELA Y SU DESTINO.


José Francisco Ortiz




La lectura del artículo de Carlos Alberto Montaner, me obliga a realizar algunas consideraciones que pueden ser oportunas en esta hora difícil de la patria. Creo que dicho texto destila amargura y refleja poca consideración hacia el ser humano, son palabras menguadas de una pluma que parecía firme y que tenía en un principio nuestro respeto y solidaridad, pero creo que hay un abuso excesivo de tinta contra el presidente venezolano, habida cuenta de que pareciera para estos pensadores de turno que mis compatriotas no tuvieran la inteligencia para resolver sus propios problemas. Hay tantas brasas en el fogón que casi nos sofocamos con el humo, y tanta palabrería que no hay espacio para la reflexión.

No soy chavista y no creo que la oposición tenga respuestas para llevarnos a buen puerto. He visto cómo ambos lados mienten descaradamente, y estoy seguro de que nosotros los venezolanos sí sabemos reconocer las virtudes y defectos de lo humano. 

No me sumo al vocerío necrofílico. Que las dudas de hoy no se conviertan en los dolores del mañana, y que nuestra sabiduría de salón no acrisole las necedades del porvenir. 
No soy chavista y sin embargo Dios dé larga vida al presidente porque es un hombre con un ideal, nos agrade o nos deprima con sus discursos, en verdad la palabra en la política tiene sus licencias y sus claves altisonantes. Y sería pasar por ingenuo si no comprendiéramos esos ciframientos entre unos por mantener el poder y otros por alcanzarlo. Lo que no sabe, o no quiere saber el señor Montaner y sus acólitos vuela plumas es que hay una conexión profunda entre el presidente venezolano y una altísima porción de venezolanos que fueron segregados, negados y convertidos prácticamente en nadie en las décadas pasadas, a pesar de que hubo gente ilustre que llamó la atención sobre tales problemas.
La polarización del país agrava las soluciones. Ambos bandos sólo escuchan lo que quieren oír, y hay gente que lo sabe, y escribe y habla, y grita hasta el aturdimiento para exaltar el silencio como gratificación de la incomunicación.


José Francisco Ortiz Morillo.

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