miércoles, 22 de febrero de 2012

JOSÉ FRANCISCO ORTIZ MORILLO. LAS PALABRAS OLVIDADAS.



LAS PALABRAS OLVIDADAS
(Publicado el 13/5/1973. Panorama, Maracaibo)




I

Podría acaso estar en tu lugar: llegar sobre tus huellas y permanecer frente a la mirada que se pierde en el horizonte de niño… de niño. ¡Como huele a hierba a tierra de no sé dónde

            ¡Enciende la luz muchacho!

            Que te vea, que tu voz sea el acento nuevo sobre la casa vieja, la brisa de las mañanas y el galopar de los caballos; que tu sonrisa llegue hacia el amanecer de los pájaros que cuentan sueños junto a tu libro olvidado en la cabecera; que tus manos recojan de nuevo la tierra y hagan maravillas ante los días para que la semilla sea un nuevo mundo y el corazón esté en todas partes.

II

            Pero tú eres el pequeño, el apenas sonriente. El que llega hasta mi regazo para partir de nuevo bajo un sol que nada finge y te enseña la Libertad de la Luz… Y así desde el límite de la mirada nada se vislumbra todavía… solo que tú eres un pequeño y ya entiendes de estas cosas que anhelan ser nuestras y permanecen atrapadas.

            Pero tú eres el pequeño, el apenas sonriente: toma estas semillas y llévalas hasta donde alcanza tu sombra… renuévala… encáusala. Yo te he dado mi aliento junto a un río para que al encontrarte con los hombres les cuentes la historia y les hagas comprender que no hay soledad más triste que la renuncia a la verdad. Te formé junto a un árbol para que llegaras a encontrar en la brisa la semejanza de los que murieron antes, mucho antes, por nuestras vidas y te he colocado cerca de la hierba para que la naturaleza sea tu amiga y la encuentres serena y pródiga y que tu aliento llegue más allá de donde aparecen las sombras… por eso has nacido en el día.

            Pero tú eres el pequeño el apenas sonriente.

III

(Llegamos todos a un mismo rumbo: se canta. Fogatas y alrededor de la noche tan cerca del hombre y de la vida misma largos trovadores entonan un canto).

            El acento es de todos como hacia una misma voz. La liberación que hoy me nombra con la fuga de los pájaros, en el silencio del tiempo y en las catedrales jugosas de la infancia.



José Francisco Ortiz Morillo.


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