APUNTES DE LA IMAGINACIÓN
(Poética del soñador lúdico)

M. C. Escher, artista
holandés (1898 – 1972), Convex and Concave, 1955
El
cerebro tiene su cima mas su residencia está en el cuerpo. Suele pasearse según
su ánimo por las habitaciones que la constituyen y, sin embargo, no es una casa
común porque puede duplicarse, expandirse y luego transformarse
en pueblo, en ciudad…en el universo dentro de un mismo individuo. Los
universos posibles son infinitos.
El
cerebro es su imaginación. Su legado es la superioridad de la vida que
construye desde esas pequeñas ventanas (los ojos) cuando la contingencia se
desborda sobre el vivir.
Qué
maravillosa estrategia, hacer que esas estructuras de la realidad entren
indemnes a sus dominios y por una suerte de magnífica combinatoria, no
solo hacer que pervivan intactas en la memoria sino que: obrero, constructor y
arquitecto en posesión autárquica de las formas, las devele mundo nuevo.
El
ver es un regalo de la naturaleza, mirar una conquista de la cultura. Y no es
tan sencillo como parece. Desde siempre, desde el origen, las cosas se han
mostrado al hombre, y el cerebro ve imágenes, sólo imágenes, incluso cuando las
palpa, las degusta y atrae sus olores.
Cómo
hacer el registro de esas imágenes y transformarlas en pensamiento. Aquí el
otro milagro del cerebro: ordenar sin ordenar, porque esta
síntesis, en su perfección de las palabras, encubre y engendra dentro de sí
misma el caos.
¿Cómo
en su secreto discurrir las imágenes y el lenguaje han hecho posible el pensar?
¿Cómo hay ambigüedades no resueltas porque aparentemente nos envuelve una
contradicción: las imágenes traían la semilla del lenguaje y en su amanecer
despertaron como pensamiento?
Cavilamos
(acto del pensamiento) y nos dejamos envolver por esas motas de polvo estelar
que son las palabras. Las imágenes palabras que el cerebro inventó para
reconocernos en el vacío y en la ingrimitud del universo, incluso para
restituir desde la soledad como imagen de lo que vemos y miramos,
en las cambiantes formas de los instantes, cuándo solemos aparecer.
José Francisco Ortiz Morillo
Santa Cruz de Mara, 18/5/2011
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